No se necesita estar dentro de una prisión para saber que eso es un pequeño infierno.La reclusión, la ansiedad de un juicio o el dictamen de la sentencia, sumados a la pérdida de la libertad son traumáticos para cualquiera. que esté ahí.
A eso sumemos la angustia de los familiares, el gasto en abogados, las numerosas sesiones de desahogo de pruebas...
Pocos conocen los delitos que se le imputan a toda la población de un reclusorio, pero lo que sí es necesario dar a conocer, es que en el Centro de Reclusión de Ixtlahuaca se ha vuelto una costumbre representar la pasión y muerte de Jesús.
Todo comenzó en 1972, cuando un grupo evangelizador, representado por Luz María Ordóñez, inició esta tradición al interior del penal. A partir de esa fecha, cada año se lleva a cabo la representación, misma que incluye la confección del vestuario, elaboración de escenografía y ensayos de hasta tres meses de duración.
Son 80 presos los que habrán de participar el Viernes Santo en esta que es la edición 47 en el Centro de Reclusión y forma parte de las actividades de reinserción social.
Tiene sentido. Si Cristo muere en los lugares más disímbolos, ¿por qué no hacerlo tras las rejas de una cárcel?
El Hijo del Hombre, sin duda, estaría complacido con ello.
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