¿Un tamalito, joven? - Levizdigital

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viernes, 25 de enero de 2019

¿Un tamalito, joven?




“Es un buen empleo”, pensaba David al hacer su segunda ronda de la noche. O al menos no era tan malo como los anteriores. Había sido casi de todo, desde bibliotecario hasta cargador de tambaches, pasando por dependiente de mostrador.

Ahora estaba como guardia de seguridad.

Le habían dicho de este trabajo. Cuidar por las noches el lugar donde se construía un nuevo centro comercial, ya se sabe, el cemento, varillas, maquinaria y todo el resto de material para construcción.

No era el único, por supuesto. Cada determinado tiempo, él y los otros 5 guardias hacían un recorrido y se encontraban en distintos puntos. Aunque la mayor parte del tiempo andaba cada uno a solas, eso sí.

Pero era un buen empleo, pensaba David en su primera noche de trabajo.

 Al pasar donde la construcción daba al frente de la avenida, escuchó otra vez a la mujer que seguía en la esquina. Vendía tamales y café. Ollas humeantes, como bendiciones en la madrugada.

-¿Un tamalito, joven? Le hará bien con este frío.

Era la tercera vez que David pasaba por este punto. Por tercera ocasión, la mujer le había ofrecido comprar algo. De hecho, le pareció raro que, cada vez que cruzaba por este sitio, no hubiera una sola persona con ella. La poca gente que caminaba por la avenida, ni siquiera volteaba a verla.

¿Sería que no había vendido nada esa noche?

David sintió compasión. La excusa del buen samaritano lo hizo acercarse. “Deme uno de dulce y un café”, le dijo sin mucha convicción, sólo con la intención de ayudar. Es más, cuando se encontrara con sus compañeros, les pediría que también le compraran algo a aquella mujer. Siquiera para que no fuera una noche perdida.

Así lo hizo, pero ninguno de ellos había visto a una mujer vendiendo tamales donde él les dijo. Al pasar por ese sitio, aseguraron, el lugar estaba vacío. David los convenció para que lo acompañaran y, en efecto, eahí no había nadie.

Uno de los guardias mencionó que en esa esquina, solía instalarse una mujer que vendía tamales, pero hacía más de un mes que había muerto. Parte de la construcción se había derrumbado, sepultándola.

David no quiso creerlo, No podía imaginar que sus ojos lo engañaran. Eran los mismos ojos con los que buscó la bolsa donde se encontraba lo que había comprado. Al abrirla y buscar en su interior, el vaso de café sólo tenía restos de tierra. En la hoja de maíz encontró ceniza.  

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