"¿Me veo como un tipo que hace planes? ¿Sabes qué soy? Soy como un perro persiguiendo autos... no sabría qué hacer si alcanzara alguno… "

Cuando Bill Finger y Bob Kane -siempre en ese orden- crearon
a Bruno Díaz/Batman, nunca imaginaron que estaban dando a luz al ícono del
héroe, parido desde la bala que mató a sus padres en un misérrimo callejón de
Ciudad Gótica.

Los naipes de la baraja inglesa fueron la respuesta.
Batman # 1 fue el escenario para que ambos personajes
comenzaran una lucha que sigue sin visos de acabar -$ y menos teniendo en
cuenta los recursos que generan $-. A partir de ahí, el payaso rimbombante y
simplón en la sosa era de los primeros comics fue mutando.
Sin saber de dónde demonios salió, The Joker acumula años y
crímenes en su haber. El primero, quizá, contra sí mismo. En la maravillosa
Broma Asesina (The Killing Joke) lo
vemos como un comediante fracasado. Malísimo, además.
La ironía lo alcanza cuando es invitado a robar cierta
industria. Acepta para subsistir junto a su esposa embarazada y pagar la renta
del cuartucho en el que habitan. Un
accidente tonto mata a la mujer y lo deja sin el objetivo que tenía para
delinquir.
Eso no le importa a sus compañeros, esa noche se cometerá el
crimen y, sino, él pagará con su vida.

En la Broma Asesina,
el mismo Joker reconoce que no recuerda bien su pasado, y que a veces le agrada
rememorar las cosas de un modo y luego de otro, por lo que no hay certeza
alguna en que esta historia sea verdadera.

Nada es demasiado para el Guasón. Nada es sacro. Nada está a
salvo.
Si pudiera, asesinaría a Finger, a Kane, a Robinson y a los
morbosos que leemos sus explosiones de estupidez genial.
Sabe, además, que Batman siempre estará ahí para molerlo a
golpes y romper sus huesos. Para que el oscuro murciélago pueda cubrirse con la
hipocresía de la ley que él mismo desearía romper.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario