-¿Crees que una muchacha loca me estaba pidiendo un aventón? En serio, estaba loca. O borracha, que es lo mismo. Quizá todavía esté en medio del camino, el que va de San Francisco del Rincón a León. Iba vestida de novia, ¿te imaginas?
Así dijo un hombre que relató ese encuentro por las carreteras de Guanajuato.
Pero no sabe que la realidad es distinta.
Para saber lo que en verdad ocurrió debemos irnos unos años atrás. En una fecha imprecisa a principios de los años 90 del siglo pasado.
Había llegado el día en que Mari uniría su existencia al que dentro de unas horas será su esposo.
Ya estaba adornada la iglesia, el mole, los mariachis. Su novio la está esperando. Lo hará en vano.
Mari subió al auto en el que la esperaba su cuñado. Sin prisas, aunque ese día era de felicidad.
Arrancaron y fueron a incorporarse a la carretera. Allá iba con su ramo y su dicha, entre los autos y el mundo que va en la cabeza de cada conductor.
Fue un descuido, asunto de una distracción quizá, pero el auto en el que viajaba la novia chocó con una camioneta. Feo accidente. El cuerpo de Mari salió entre cristales, rodando por el asfalto. El vestido que una vez fue totalmente blanco quedó hecho jirones y manchado de escarlata.
Ese día la fiesta se convirtió en velorio.
Días después, los familiares de Mari colocaron una pequeña ermita en el lugar donde falleció. A diario, todavía, depositan flores frescas en ella.
Quizá Mari no sabe que está muerta. Quizá sí, pero aún se afana en llegar a una boda que nunca terminará por celebrarse.
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