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domingo, 24 de marzo de 2019

UN PEQUEÑO TESORO EN EL ORO







"Las cosas brillantes siempre salen de repente", dice Gustavo Cerati, y es verdad.

Andar por un camino solitario en El Oro, lejos de los lugares que son atractivos turísticos, puede tener recompensas insospechadas. La mía, fue encontrar unos pequeños murales, humildes en su empeño, pero grandes -muy grandes- en su plasticidad y simbolismo.

Tal vez sea un asunto de suerte el haberlas encontrado, pero en verdad vale la pena ver estas pinturas ubicadas en el camino a la comunidad de San Nicolás. El tema es aquél que define a la esencia de la cabecera municipal. La minería, aunque hace más de un siglo que dejó de practicarse, sigue siendo el motor del imaginario orense.

Por ello, no es extraño que en una de las obras se plasme el dolor físico de extraer la riqueza de la tierra, acompañado del dolor moral que fue ver todo el empeño y el empuje en nada aprovecharon; el metal precioso se fue junto con los sueños de los habitantes.

Surrealista es otra de las obras, donde abejas y hormigas se mezclan en una una dinámica abstracta. ¿Las abejas alimentan a las hormigas con gotas de miel? ¿Son las hormigas quien, después de afanarse en su labor, entregan a las abejas la riqueza de una ciudad subterránea?

Digna de un estudio más profundo es esta obra.

Por último tenemos un juego de máscaras en las minas orenses. Vemos a dos mineros laborando al interior de un socavón, al parecer ataviados con máscaras de calavera. Al exterior de la mina, tres personajes emergen con su respectivo cargamento. Al frente un hombre común nos muestra un rostro de conformidad con su destino. En segundo término, alguien ataviado con las facciones de un jaguar y un guaje vuelve más misteriosa la escena. Por último, alguien -quizá el mismo dios- utiliza una máscara de Tláloc, ornamentado con un rico penacho, todo bajo un sol de semisueño, en una experiencia puramente onírica.

¿Estamos viendo una fusión del Mictlán -la tierra de los muertos entre los pueblos nahuas- y el paraíso de Tlaloc? ¿Todo es un trágico baile de máscaras al interior de una asfixiante mina?

Quién sabe.

Lo maravilloso del arte, es que la interpretación siempre queda abierta.

No resta más que expresar la más sincera felicitación al autor o autores.











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