"Entonces Yahvé formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente...."
Génesis 2:7
De acuerdo a un antiguo mito judío, la creación se hace con polvo de tierra roja, llamada en lenguaje hebreo, Adom, y precisamente por ello, la nueva criatura se denomina Adam o Adán.
Y aquí tenemos el antecedente de lo que es el Golem.
El Golem nace de barro, justo como el hombre. Es el hombre quien puede crearlo, pero para esto necesita acceder al conocimiento por excelencia, es decir, sólo puede lograrlo quien sepa la exacta pronunciación y entonación del nombre de Dios.
Aquí tenemos el primer impedimento. En el lenguaje hebreo, no se escriben las letras vocales, únicamente las consonantes, de manera que como nombre de Dios, en los textos antiguos sólo encontramos la palabra "YHWH"
¿Y esto como se pronuncia?
Sólo una persona lo ha descubierto. Yehuda Löw ben Becalel, rabino que vivió en la ciudad de Praga, según la leyenda, a mediados del siglo XVI (alrededor de 1550 D.C.)
Yehuda moldeó en barro la figura de un hombre y, frente a él, mencionó de forma correcta el nombre de Dios. De inmediato, la figura comienza a moverse y posee una fuerza maravillosa. Ha nacido el Golem.
Pero, siendo la obra de un hombre imperfecto, el Golem también lo es. Carece de raciocinio, es más un autómata o un robot que un ser viviente. Y ese fracaso pronto toma forma. Comienza a perder el control y destruye vidas a su alrededor.
Además, el Golem comienza a crecer sin control, de manera que pronto rompe el techo de la casa y sigue expandiendo su prodigiosa estatura.
Antes de darle vida, el rabino Yehuda ha escrito una palabra en su frente; "Emet" , vida en español. Al ser la única persona a la que el Golem obedece, Yehuda le ordena que se incline ante él y ate sus zapatos. El Golem lo hace, momento que es aprovechado por el rabino para borrar la letra "E", ahora sólo queda en la frente del Golem la palabra "Met", es decir, muerte.
El Golem cae hecho polvo.
La leyenda es tan atractiva que grandes escritores se han rendido a ella (leer no duele, y además quita un poco lo idiota). Gustav Meynrik creó una insólita novela homónima al respecto. Jorge Luis Borges, un poema que menciona en sus versos finales menciona:
El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'
'¿Por qué di en agregar a la infinita
serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana
madeja que en lo eterno se devana,
di otra causa, otro efecto y otra cuita?'
En la hora de angustia y de luz vaga,
en su Golem los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía
Dios, al mirar a su rabino en Praga?
Y puede que sea cierto. Quizá el verdadero Golem seamos nosotros. Esas criaturas mecánicas, incapaces de entender más allá del barro con el que fuimos construidos.
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