Escuece porque la mayoría de quienes votaron por un cambio de gobierno, no esperaban lo mismo.
Hablo de los sueldos y prestaciones que se aprobaron los alcaldes emanados de la coalición “Juntos Haremos Historia”, integrada por Morena, Partido del Trabajo (PT) y Partido Encuentro Social (PES), destacando principalmente en redes sociales el caso de la alcaldesa de Acambay, Esperanza Dolores González Martínez.
Pero, ante todo, vayamos al inicio de esto.
Si una cosa molestaba a la ciudadanía (eso me incluye), eran los sueldazos que se pagaban los alcaldes, síndicos y regidores priistas, nomás por el hecho de haber llegado al poder.
¿Demostraciones que en verdad merecían lo que cobraban? Quizá el último ejemplo en Atlacomulco lo tuvimos con la ex primera regidora, supuestamente avocada a la comisión de Cultura, quien era el ejemplo vivo (qué contrasentido) de lo rústico.
Cosas como estas hicieron que, día a día, el desánimo de la ciudadanía fuera pasando al rencor. Después de todo, esto se percibía (y se sigue observando) como una injusticia en un país donde 4 de cada 10 personas son pobres.
Más aún. El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador ha recalcado desde los tiempos de campaña y ya como primer mandatario, que es necesario reducir los sueldos de los funcionarios públicos de primer nivel.
Incluso, en alguna de las tantas aseveraciones públicas que ha realizado, manifestó: “Son ofensivos los salarios de los altos funcionarios públicos en el país” (http://bit.ly/2CcroVh).
Pero qué bah. Si algunos de ellos le deben el estar al frente de una alcaldía, ya se les olvidó. O, en todo caso, AMLO es una herramienta útil en los discursos, pero no en las acciones.
¿Qué lleva a los alcaldes surgidos de la otrora oposición, a replicar aquello que la gente terminó odiando del PRI?
¿Será avaricia? ¿Será que nadie les garantiza futuro político y, de una vez, prefieren despacharse lo mejor posible?
En algunas redes sociales he leído a sus defensores (es lo bueno, siempre hay quien saque la cara por ellos) quienes usan la frase consabida: “si no te gusta, corre a denunciarlos”
Ojalá todo se redujera a eso.
Pero no, el fenómeno es mucho más complicado. De inicio, no hay un argumento jurídico para fincarles alguna responsabilidad penal. En síntesis, no quebrantan ninguna ley, por lo que se les puede acusar de avorazados, pero no de delincuentes.
¿Entonces?
El asunto es que sí existe un fraude. No tipificado en las leyes, por supuesto, pero sí en la calidad ética de los individuos. Están defraudando a los ciudadanos que votaron por ellos. Después de todo, parte de la tan mencionada justicia social que proclamaron los hoy alcaldes radicaba en disminuirse unos sueldos por demás generosos.
En la edición pasada de d´interés, (https://bit.ly/2F1oi7b) pudimos darnos cuenta de ello. Alcaldes priistas o de la coalición “Juntos Haremos Historia”, en términos estrictamente matemáticos, no realizaron mayor esfuerzo en reducir su sueldos. Los aumentos fueron significativos y las disminuciones meramente simbólicas.
Ahora bien, para el común de los mortales (entre los cuales me cuento) un sueldo de más de 30 mil pesos a la quincena suele ser una cantidad estratosférica. En realidad, de percibirlos, no sabría en qué gastar ese dinero.
Evidentemente, eso se debe a mi pequeñez de miras y mi falta de prospectiva.
Pero, aun con ello, creo que todos podríamos llevar una vida decorosa con un sueldo cuya cifra fuera menor. Digo, para qué juntar dinero y más dinero con un afán tan insaciable.
Y aun así, si una persona ama el dinero y la posibilidad de reunirlo más que nada en esta vida, ahí está el sector privado, donde, entre los puestos directivos, 30 mil pesos es una cifra menor. Ahí sí que se pueden labrar fortunas inmensas.
Pero en el servicio público (les encanta que los llamen servidores públicos, como si de verdad lo fueran) la cuestión de fondo es humanitaria. Es un trabajo para servir a los demás, no para enriquecerse obscenamente, como sus colegas priistas.
No se explica de otro modo el reclamo de justicia que los llevó a ser presidentes municipales, pisoteando ese mismo reclamo una vez que se instalaron en el poder.
A propósito: cumplió 90 años el PRI y, al menos en Atlacomulco, no se vio mayor reacción. El pacientito sigue en terapia intensiva, sin que nadie sepa si ha de levantarse…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario