Una de esas personas inteligentes (para mal, pero muy inteligente) fue Mary Peck Butterworth, quien vivió de 1686 a 1777 en Massachusetts, Estados Unidos.
Hablamos de un ama de casa común y corriente, quien vivía prácticamente en su cocina para alimentar a sus 7 hijos. Pero no, no para realizar únicamente la comida para su familia. Como en ese tiempo no existía la electricidad, la cocina también era el lugar donde se calentaba la plancha para poder generar el calor suficiente con el fuego.
Un día, Mary dejó la plancha sobre un periódico que ponía sobre la ropa para no quemarla. El resultado fue que, con el calor, las letras se plasmaron en la prenda.
¡Ahí estaba la respuesta a su pobreza! ¿Qué ocurriría si hacía lo mismo con billetes?
No fue fácil, pero con base en el ensayo y el error, pudo plasmar billetes en su ropa vieja.
Lo demás fue masificar el negocio. Billetes y más billetes salían de su cocina, donde ya le ayudaban esposo e hijos. Al final, en el juego también estaban el juez del condado y el secretario del ayuntamiento.
¿Cómo se descubrió el fraude? Bien, Mary y familia comenzaron a comprar terrenos y casas cada vez más lujosas. Al final levantaron sospechas y la autoridad los interrogó. En un ataque de nervios, ella misma confesó su "método".
Para su buena suerte, al falsificar billetes de ese modo, no tenía necesidad de placas de impresión. Al no haber placas, tampoco existía prueba del delito.
El resultado: Mary Butterworth fue declarada inocente.
Murió a los 88 años. Eso sí, muy, pero muy, pero muy rica.
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